«… Si se presta atención a la cantidad de agua entregada al público para el baño, para piscinas, de casas para caños, en los jardines, barrios, casas de campo, y si se calcula la distancia recorrida, arcadas construidas, el atravesar las montañas, valles igualados, se admite que nada es más admirable en todo el universo …»
Estas palabras extraídas de la enciclopedia «Naturalis Historia», escrita en el Siglo I por el procurador romano Plinio el Viejo, describen con sencillez la admiración que sentían los ciudadanos romanos, en la edad antigua, ante la disponibilidad de abastecimiento de agua en sus ciudades y campos, conseguido todo ello a través de la construcción de grandes obras de ingeniería civil.
Hoy en día no somos conscientes, acostumbrados a que no nos falte de nada, de lo que supone tener agua «a mano». Antiguamente se valoraban estas cuestiones como vitales y en virtud de ello se volcaba todo el ingenio posible en preservar y mantener los sistemas de abastecimiento hidráulico, y si estos fallaban tener reservas que permitiesen aguantar en el tiempo. En nuestra ciudad histórica, las reservas de agua se almacenaban en los aljibes, recipientes total o parcialmente subterráneos, construidos o excavados y cubiertos por una bóveda, hecha de ladrillo, piedra … El agua acumulada procede de la lluvia recogida de los tejados y patios de las casas o de los suministros externos que canalizados llegaban hasta ellos. Suelen estar construido con ladrillos unidos con morteros de cal, con las paredes internas recubiertas de una mezcla de cal, arena y ladrillo machacado, para impedir filtraciones y evitar la putrefacción, por contaminación externa, del agua que contienen. La circunstancia de encontrarse enterrados y cubiertos favorece la conservación del agua: temperatura fresca, estable y sin aporte de luz, imitando a la naturaleza en su disposición de las aguas subterráneas.
Los aljibes más antiguos conservados en nuestra ciudad corresponden a los de cronología romana. Su localización es difícil debido a diversos factores: no suelen estar en uso y se encuentran en unos niveles arqueológicos muy profundos, terminando su vida útil como contenedores de escombros. También es habitual su modificación y maquillaje formal en época islámica o medieval. Por tanto su descubrimiento suele venir asociado casi siempre a un golpe de suerte: excavaciones de cimentaciones, saneamientos, sondeos arqueológicos … Este es el caso del aljibe romano del Asador Txoko, en la Plaza de la Ropería nº 1, su hallazgo se hizo por casualidad, durante los trabajos de acondicionamiento del local comercial para restaurante. Allá abajo, en el sótano del sótano, apareció una potentísima construcción abovedada de argamasa romana rellena de escombros. Los trabajos de limpieza, supervisión arqueológica y levantamiento topográfico fueron asumidos por el Consorcio de la Ciudad de Toledo. Hoy les mostramos un breve vistazo cibernético de su interior, fotografías del proceso de recuperación de esta joya arqueológica del Toledo romano. Esperamos que sean de su agrado.
Jose María Gutiérrez Arias
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